UN DÍA POR... MÁLAGA

Un día en Málaga me parece poco tiempo por lo mucho e interesante que hay para ver. Pero voy a establecer prioridades y espero acertar en nuestro recorrido para que podáis aprovechar la jornada. 









Comenzaría el día tomando unos buenos churros con chocolate o café en Casa Aranda, cafetería que lleva ofreciendo desayunos y meriendas desde que abrió sus puertas en 1932. Una vez desayunados, nos podemos acercar al tradicional Mercado de Atarazanas, edificio que data del siglo XIV y declarado Bien de Interés Cultural, fue ocupado originalmente por astilleros nazaríes. Aquí, además de admirar las vidrieras que decoran sus muros, podemos recorrer la multitud de puestos con productos frescos. Hoy día, también se ha convertido en un espacio para degustar todo tipo de tapas. 




Concluida esta visita, dedicaremos la mañana a recorrer algunas de las construcciones más representativas de la ciudad. Empezaremos por la Catedral de la Encarnación o "La Manquita" como la llamamos los malagueños porque le falta una de las torres del campanario. Se comenzó a construir en 1528 pero no fue terminada, de ahí el sobrenombre. Está situada en la Plaza del Obispo desde donde podremos admirar su fachada y el Palacio Arzobispal. 






A cinco minutos de la Catedral, en Calle de San Agustín se encuentra el Museo Picasso al que vamos a dedicar un poco de tiempo para poder admirar sus más de 250 cuadros y al propio Palacio de Buenavista donde están ubicadas. Desde aquí nos acercaremos a la Plaza de la Merced, subiendo por la Calle Granada. Una vez ahí, podemos visitar la Casa Natal del artista o bien sentarnos un ratito en uno de los bancos de la plaza para descansar y hacernos una foto con la escultura del pintor. 
Ya es la hora de tapear. Málaga dispone de una gran variedad de bares de tapas y restaurantes pero  tanto por su variedad de tapas, su situación estratégica en frente del Teatro Romano y la amabilidad de sus camareros, puedo hacer una recomendación especial: la bodega de El Pimpi. Un antiguo caserón del siglo XVIII y que debe su nombre a la figura del "pimpi", personaje muy popular malagueño que ayudaba a pasajeros y tripulantes a su llegada a Málaga. Después de probar sus croquetas, tostas de pescaíto y otros platos mediterráneos, tenemos justo enfrente La Alcazaba. Fortaleza palaciega de época musulmana que visitaremos y desde lo alto de sus murallas, veremos unas increíbles panorámicas de la ciudad. 




El resto de la tarde lo podemos dedicar a pasear o ir de compras por la calle más famosa de Málaga: Calle Larios. Lleva este nombre en honor al segundo Marqués de Larios, una de las familias más influyentes de la ciudad. Fue inaugurada en 1891 y en ella encontraremos multitud de comercios donde es muy cómodo entrar y salir al ser una calle peatonal. Tenemos una visita obligada a uno de sus locales: Heladería Casa Mira. Ahí probaremos su célebre "blanco y negro", helado de café con turrón, nata o vainilla. Continuamos nuestro paseo en dirección al puerto donde llegamos en unos diez minutos y caminamos por el Palmeral de las Sorpresas hasta llegar al Muelle Uno, un lugar repleto de restaurantes y tiendas frente al mar.


Atardeciendo ya, cruzaremos el parque y, por último, entraremos en el hotel Málaga Palacio para subir a su famosa terraza y contemplar Málaga de noche al mismo tiempo que podemos tomar algo. Otra posibilidad es subir a la terraza del museo de Málaga, edificio de la antigua aduana y que tiene vistas a la Alcazaba.  
Me despido por hoy, el día ha llegado a su fin, aunque en otra ocasión le dedicaremos tiempo a visitar otros lugares y organizar diferentes formas de pasar el día: hacer un recorrido en bicicleta, subir al monte Gibralfaro, recorrer los grafitis del Soho y las Lagunillas, tomar un pescaíto en alguno de los chiringuitos y hacer honor al cenachero, icono de la ciudad que vendía pescado por las calles con dos cenachos (de ahí su nombre) colgados de sus hombros. 
¡Hasta la próxima!
Pía Campos.